Mi primer microrrelato premiado

En el instituto al que fui había, y espero que siga habiendo, un concurso de microrrelatos cada año. Yo, pese a que comencé a escribir más en aquella época, no me atreví a presentarme hasta el último año. Siempre me arrepentía de no hacerlo, pero la vergüenza me ganaba.

Sin embargo, cuando vi que podía ser mi última oportunidad decidí intentarlo. Era una forma de mostrar mi talento, ver si podía ganar y, no voy a negarlo, vengarme un poco del centro y llevarme por lo menos una cosa buena de allí.

Por eso opté por escribir un microrrelato sobre el bullying, una fantasía con la que quedarme a gusto. Sabía también que era un tema "importante" para los profesores. Y esos mismos profesores hipócritas que durante seis años vieron que ocurría algo conmigo, que me hicieron sentir culpable a mí en lugar de castigar al resto, que preferían ignorar incluso cuando ocurría delante de ellos en clase, que me tenían manía solo por estar aislada, que la mayoría no hicieron nada para facilitarme sino molestarse conmigo... Esos mismos decidieron que mi microrrelato sería el ganador de mi categoría (4 ESO y Bachillerato).

Por supuesto, el escrito era anónimo, pero después de salir ganador tuvieron que ver mi nombre y con ello no se debieron dar por aludidos, no se preguntaron por qué precisamente yo hubiera elegido ese tema, ese desenlace, esa conclusión. Por aquel entonces ya había terminado el curso para segundo de bachillerato, estábamos preparándonos para lo que era la primera EVAU, así que no estaba en el centro y me lo comunicó mi profesor de lengua por correo.

Pero fui allí el último día de clase de junio, los profesores me vieron y los de lengua me saludaron. Ninguno me preguntó, tan solo me felicitaron por ganar. También me escucharon leerlo algunos compañeros de clase, pocos por suerte, y no me preguntaron. Espero que al menos, si no tuvieron el valor, les hiciera reflexionar aunque fuera solo un poco. Desde luego, yo me fui aquel día del infierno que fue el instituto con un libro electrónico, que a día de hoy sigo utilizando, y la orgullosa sensación de haber tirado el micrófono frente a todos. Por supuesto, dudo mucho que cambiara algo, pero al menos fue un buen cierre de etapa para mí.

El microrrelato le dejo aquí abajo, la primera frase era la que me pidieron para empezar. Desde entonces mi escritura ha mejorado mucho, ahí tenía solo 18 años y menos experiencia. Pero es muy importante para mí por todo lo que significa.


¿Quién es el malo?

Ya tenía todos los ingredientes que necesitaba para llevar a cabo mi plan. El plan que llevaba años pensando. El plan que al principio me parecía horrible, pero que ahora se había convertido en mi única salida. Apreté fuertemente mi mano derecha contra el bolsillo de mi abrigo y me relajé al comprobar que aún se hallaba ahí. Él pasó delante de mí, pero no pareció verme. Sentí las miradas de siempre, aquellas que me habían atormentado desde que llegué aquí. Los susurros y las risas se me clavaban como puñales en el cuerpo. Volví a presionar mi mano y cerré el puño izquierdo. Solo seis horas, solo me quedaban seis horas. Sonó el timbre y todos entraron. Todos, menos yo. Me escondí entre los matorrales del patio y me senté a esperar. Era la primera vez en mi vida que me saltaba las clases. El tiempo pasó lentamente, más que cualquier día de instituto. Recordé aquella primera broma que me había hecho él, algo puntual, cosa de niños, que se había transformado en mi día a día. Compañeros que le seguían la gracia, profesores que miraban para otro lado, sonrisas forzadas en casa, noches sin dormir deseando que no amaneciera, lágrimas en la almohada, amenazas e insultos en mi móvil y redes sociales, arañazos y moratones que ocultaba bajo mi ropa, fuerzas invisibles contra las que tenía que luchar todas las mañanas para atravesar la puerta del instituto…Cosas con las que convivía desde hacía casi seis años. Me repetí a mí mismo que tenía que hacerlo, que era mi única salida. Cuando el timbre sonó, me levanté con el corazón acelerado. Ya había llegado la hora. Poco a poco los alumnos fueron saliendo. Volvieron los susurros y las risas, todas las miradas se clavaron en mí. Tuve suerte de que no se acercara nadie a pegarme un empujón para llevarme la tierra a la boca. Por fin él salió  y se dirigió hacia mí. Por una vez, no tuve miedo. Por una vez, caminé a su encuentro. Cuando le alcancé, el mundo se paró. Las dudas regresaron a mí pero, con un rápido movimiento, las conseguí acallar. Saqué el cuchillo de mi bolsillo. Un solo golpe certero. Nadie se lo esperó, ni siquiera él. Después de aquello corrí, libre al fin.

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