Princesa sin reino

Este relato corto fue también una tarea de clase, pero aquí adelantamos a cuarto de la ESO. Nuevamente me inspiré en cierto personaje de mi serie favorita. Reconozco que no está muy bien, tiene bastantes fallos, pero en su momento me encantó.


Princesa sin reino

Estaba muy enfadada con él. Estuve ocho años muy enfadada con él después de lo que me hizo.

1537, Reino Altamar, yo, princesa de ese reino, le conocí. Fue uno de esos días en que parecía que nunca iba a parar de llover. Iban a hacer un espectáculo con gente de reinos muy lejanos. Yo asistí. Peo, antes de empezar, comenzó a llover. Al salir corriendo en busca de un refugio, se cayó de mi cuello mi colgante. Cuando me di cuenta lo busqué bajo la lluvia. Sola. Sin sirvientes. No lo encontraba. Y, cuando iba a dar por finalizada mi búsqueda, una voz por detrás de mí me llamó. Era él. Empapado por la lluvia y mostrándome mi colgante. Le di las gracias y nos refugiamos bajo un pequeño techo. Solos. Pudimos hablar sin que nadie nos interrumpiese. Me contó que era de un reino muy lejano y que había venido hasta aquí para participar en el espectáculo. Yo no le conté que era la princesa.

Los días que se quedó en la ciudad le visité. Iba a escondidas para que nadie se enterase. Cuando se tuvo que ir decidió quedarse, por mí. Parecíamos tan felices... Pero esa felicidad acabó.

Estuvimos más de un año juntos. Terminó en otoño, para ser exactos. A finales de verano se enteró de que era la princesa. No parecía preocuparle. Parecía. Porque, un día de otoño, decidió marcharse sin avisar. Al darme cuenta de que no iba a volver, me inundó la tristeza. Mi mundo se volvió gris y nada me importaba ya. Apenas salía. Estaba enfadada con todos, incluida mi hermana pequeña. Cuando me enteré de que mis padres iban a casarme me fui de casa.

Recorrí reinos con un único fin. Vengarme de él por dejarme de esa manera. El odio invadió a la tristeza y mi vida cobró un sentido.

Ahora, ocho años después, me encuentro en su ciudad. Llevo todo el día buscándole. Y, por fin, le he encontrado. He decidido espiarle primero. Parece llevar una vida normal, pero sus ojos no tienen ese brillo de antes. Está triste, pero intenta disimularlo. Se le acercan algunas, pero él las rechaza. Le sigo a su casa. Vive solo. Me da un poco de pena, pero recuerdo lo que me hizo.

Cuando sale me pongo en su camino. Se asusta, se sorprender, se pone feliz y, por último, triste. Yo mantengo mi enfado. Empieza a pedirme perdón, pero yo le interrumpo. Le cuento todo lo que he sufrido por su culpa. Consigo que no me invada la tristeza pero, aun así, un par de lágrimas brotan de mis ojos. Él me pide perdón. Yo le pido explicaciones.

Empieza a contarme. Me dice que él no quería dejarme, pero no tuvo más remedio. A él no le importaba que fuera una princesa, no que no se lo hubiera contado antes. Pero que nuestra relación estaba interfiriendo en mis deberes como princesa. No quería que al reino le pasara algo por su culpa. Y pensó que ante todo era una princesa. Por eso me dejó. pero, al fina, acabó haciéndome más daño.

Cuando termina de contarlo le salen abundantes lágrimas. Ahora lo entiendo todo. No puedo evitar que me salten las lágrimas. Le pido perdón por desconfiar de él. También me pide perdón y nos abrazamos.

Puede que él me arruinara mi vida de antes, de princesa. Pero ahora tendré una vida mejor, junto a él. En su reino. No puedo volver al mío, no ser princesa. Hice muchas cosas malas, no me dejarían ser princesa. Es mejor perdonarle y vivir con él, que matarle y arruinar mi vida para siempre.

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