La verdad es que no sé muy bien qué comentar de este microrrelato, más allá de que lo escribí en 2018 y lo envié a un concurso. Supongo que según me voy acercando al presente, al cómo escribo ahora, menos cosas destacables les veo. No está mal, no es que sea un desastre, pero tampoco es una maravilla con un giro totalmente imprevisto.
Molestia
Nací conociendo el hambre. Mi madre apenas podía
conseguir comida para mí y para mis hermanos. Mi padre desapareció poco después
de que naciera. Vivíamos en la calle, aunque mi madre me contó una vez que
antes ella vivía en una casa, pero su familia la abandonó. Del frío y la lluvia
nos refugiábamos bajo un pequeño techo y unas mantas viejas. Algunas veces,
personas amables nos daban algo de comida, pero más frecuente era ver llegar a
mi madre con golpes por intentar conseguir alimento. Un día, unos chicos con
extrañas sonrisas, se acercaron. Mi madre se interpuso entre ellos y mis
hermanos. Una lluvia de piedras cayó sobre nosotros mientras sus risas lo
inundaban todo. Mis hermanos, asustados, iban cayendo uno a uno al suelo. Nadie
iba a ayudarnos. Para aquellos chicos éramos su diversión. Para la sociedad,
una molestia. Conseguí escapar tras unos interminables minutos. Apenas podía
andar, por lo que no tardé mucho en caer al suelo. Un niño me vio y se acercó.
Su madre le siguió detrás.
—No te preocupes —dijo mientras me cogía con cuidado—
Yo te curaré. Te vienes a mi casa.
Su madre me sonrió y yo maullé en agradecimiento.
Comentarios
Publicar un comentario