Camuflaje en mujeres autistas

Una de las causas del diagnóstico tardío de autismo en mujeres, más bien en personas que empezaron socializando como niñas (mujeres, hombres trans y personas no binarias), es el enmascaramiento o masking. Este comportamiento se define como el esfuerzo por ocultar o suprimir los rasgos autistas, muchas veces de forma inconsciente, para cumplir con ciertos comportamientos socialmente aceptados. Observan e imitan a sus iguales para encajar.

Las niñas, debido a la sociedad en la que vivimos, desde muy pequeñas aprenden a imitar los comportamientos de sus iguales. Esto es debido a la presión a la que se ven sometidas por portarse bien, no ser maleducadas ni molestar, estar tranquilas, no ser raras, no destacar y ocupar el menor espacio posible, porque es lo que se espera de ellas según la sociedad machista.

En cambio, a los chicos no se les exige tanto, se les deja ser más niños y se les corrige menos. Pueden portarse mal, ser más rebeldes, molestar, ser raros o violentos, porque esa parece ser su naturaleza, cosa que no es para nada cierta. También les dejan ser y ocupar más espacios, la misma sociedad les invita a ello y les hacen sentir con derecho. Por eso, al no sentir esa presión social, no enmascaran tanto como en el caso de las chicas, no se reprimen tanto.

Otra diferencia también muy importante entre géneros y que influye en el diagnóstico son los intereses especiales, los mal llamados intereses restringidos u obsesiones. En el caso de las niñas suelen ser cosas más socialmente aceptadas, los menospreciados gustos de niñas, como libros, series, cantantes, sirenas, algún personaje o animal en concreto, ropa, maquillaje... Y además, la sociedad siempre ha tratado a las chicas como obsesionadas casi enfermizas por mostrar sus gustos, sea en un nivel neurotípico o a una profundidad autista, da igual, todo les parece al mismo nivel. Porque parece ser que amar de la misma forma el fútbol, algún equipo o los coches, por ejemplo, es algo completamente sano, legítimo y para nada está al mismo nivel que "esas locas", porque claro, no es lo mismo llorar por ver a su cantante favorito en un concierto que porque su equipo, ese mismo por el que pueden llegar a ponerse violentos por cualquier logro o fracaso, pierda un partido. Las primeras están enfermas y son infantiles, los segundos son hombres mostrando su vitalidad.

Precisamente por eso es que los intereses autistas de las niñas suelen pasar más desapercibidos, y si es algo diferente o incluso "de chicos", solamente la ven como alguien rara e infantil y ahí queda. En cambio, en los niños suelen ser más raros, llámale raro cualquier cosa que se salga de fútbol, coches o peleas, porque al parecer los chicos no pueden pensar en otras cosas y cuando crezcan tampoco pueden salirse de pensar en mujeres. Por supuesto, si se emocionan de más o llegan a ese nivel de "obsesión de niñas", llama todavía más la atención. Aunque tampoco hay que olvidar que los gustos autistas más comunes según la sociedad son los que tienen los niños, como los dinosaurios o los trenes.

Incluso en los intereses las mujeres sienten esa presión social por reprimir, mientras que los hombres pueden vivirlo aunque sea algo raro, la sociedad podrá señalárselo, pero igualmente se lo permitirá.

Volviendo al camuflaje, aunque en un primer momento este mejor enmascaramiento que hacen las mujeres pueda parecer algo bueno, ya que aparentemente se adaptan mejor a la sociedad, siempre acarrea problemas. El tener que reprimir comportamientos, como son las estereotipias que sirven para regularse, y forzarse a ser de una determina manera socialmente aceptada, hace que se produzca un agotamiento mental y físico tras cada interacción social o evento por pequeño que sea. Se ven forzadas, muchas veces impulsadas por ellas mismas porque es lo que les han dicho que tienen que hacer. Tienen que tratar de ignorar el malestar que le estén produciendo ciertos estímulos o acciones. Hay que mirar a los ojos, hay que sonreír, hay que dar dos besos, hay que servir, hay que ceder... Y todo eso demasiadas veces sin un periodo de descanso adecuado o una vía para liberar ese estrés y saturación, porque no pueden o no las dejan de forma directa o indirecta.

A corto plazo puede derivar en crisis como meltdown (hacia fuera) o shutdown (hacia dentro), crisis que incluso a veces tienen que reprimir, porque no está bien que una mujer muestre su enfado o no conteste en un buen tono y con una sonrisa, por ejemplo. Eso no hace más que hacer crecer aún más su malestar y dañarla.

A largo plazo puede derivar en otro tipo de crisis, burnout (un agotamiento fisico y mental) donde es mucho más complicado mantener ese masking, si es que se logra, o incluso hacer cosas básicas de la vida diaria.

Todo esto, mantenido en el tiempo y afectando demasiado a la vida de la persona, puede provocar que se desarrollen problemas serios de salud mental como la ansiedad o la depresión. Muchas mujeres y personas que no fueron diagnosticadas en su infancia y por tanto no tuvieron las adaptaciones necesarias y la comprensión, llegan al autismo precisamente cuando se encuentran en este estado, como fue mi caso.

Echando la vista atrás, viendo fotos y vídeos donde con mi actual conocimiento se ve el autismo más que claro, comencé a enmascarar alrededor de los 7 y 8 años, edad a la que se es más consciente del entorno y la sociedad en la que se vive. Empecé a imitar a mis compañeras, a camuflarme como una niña más. Me forzaba a que me gustara lo que a ellas les gustaba y me intentaba comportar y pensar como ellas aunque no lo entendiera del todo. Ahí empezó mi disfraz, uno que por entonces ya veía que no encajaba en mi piel. Me sentía rara y con la adolescencia fue más clara esa diferencia.

Esto fue a más según pasaban los años, parecía como si hubiera dos yo. La que era cuando estaba fuera, que intentaba comportarse como se suponía que debía hacerlo, ocultando mis gustos porque eran raros y aguantando que incluso mis personas más cercanas, aquellas con las que me atrevía a mostrarme algo más, me dijeran que estaba obsesionada y que tendría que pensar en otras cosas más normales y comportarme acorde a mi edad. Y la que era en casa, sobre todo cuando estaba sola y no tenía que fingir, ahí era feliz y libre. Cada una se desarrolló por su lado, la primera con muchos problemas, no consiguió camuflarse bien.

Y todavía hay un último problema que genera el masking. Cuando una mujer recibe un diagnóstico tardío y empieza a darse cuenta de todo lo que se forzaba a hacer y lo agotada que la dejaba, comienza desengancharse de ello. Algo muy bueno, por supuesto, pero que puede provocar un sentimiento de falta de identidad, de no saber cómo es realmente ella misma, ya que durante toda su vida ha estado intentando actuar como los demás, intentando parecer normal, forzándose a tener gustos normales u ocultando los suyos y su intensidad. Es como si hubiera vivido una vida que no le pertenecía, de mentira, y ahora tiene que empezar de cero siendo ya mayor, como si enfrentarse a prejuicios y negaciones de la sociedad no fuera suficiente.

Aún así, dejar de camuflar, de enmascarar, de hacer masking, merece mucho la pena. Puedes ser tu misma sin presión, mostrarte como tal, sentirte libre, estar menos cansada, disfrutar y compartir esos intereses especiales que hacen la vida más bonita, y tu salud mental, incluso la física, te lo agradecerán.


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